Carlos 10/10/2018
"¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?" (Lucas 9,25).
De todos los géneros literarios, el dramático o teatral es mi preferido entre todos. No solo porque considero que es el que mejor representa a la vida misma, más allá de los elementos fantásticos o sobrenaturales que pudieran estar presentes, sino porque es el que mejor permite al lector (o espectador) captar todos los detalles que hacen grande a la obra.
Y esta pieza contiene todos los elementos que la convierten en una de las mejores de toda la historia de las tablas escénicas y una de las mejores producciones de uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos. De hecho, el magno teatro, desde mi humilde parecer tuvo su primer esplendor con los trágicos griegos, un renacer con Shakespeare, Lope de Vega y Calderón y nuevo auge con las buenas piezas elaboradas por Henrik Ibsen, Eugene Ionesco o Samuel Becket.
Macbeth es de las piezas más oscuras elaboradas por Shakespeare, una donde la ambición juega un preponderante y sin miramientos, una que demuestra sin contemplaciones que cuando las personas ceden ante la ambición son capaces de abandonarse a sus más bajos instintos para lograr aquellos que anhelan. El Diccionario de la Lengua Española de la RAE define a la ambición como: " 1) Deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama. // 2) Cosa que se desea con vehemencia". Puede decirse que Macbeth, a pesar de su lealtad para con el rey, secretamente y en lo profundo de su ser anhelaba una posición más alta y elevada que aquella que ocupa. De ahí que cuando las tres brujas formulan su fatídica profecía algo se desata en el interior de Macbeth como para considerar la traición como medio para acceder a la dignidad real.
Hay quien dice que no era tanto Macbeth el ambicioso sino su esposa Lady Macbeth, quien es la que instiga el asesinato del rey. Empero, no estoy tan de acuerdo con ello, pues si la ambición no estuviera presente en el espíritu de Macbeth éste no habría cedido tan fácilmente a la tentación, en el fondo, y no existe manera que cambie de parecer, Macbeth deseaba ser rey aunque fuera por medios ilegítimos. No obstante, también fuerza es reconocer que Lady Macbeth sí es ambiciosa y por ello influye en su esposo para obtener aquello que deseaba.
En realidad, considero que las palabras de Lucas se ajustan a la perfección a la situación pues ambos ganaron todo y no les sirvió de nada. Esto me da a pensar cuan bajas son las pasiones humanas y como la ambición puede llevarnos a cometer actos que siquiera nosotros sabíamos que seríamos capaces de hacerlo. Algo me recuerda a la situación relatada por William Golding en El señor de las moscas en cuanto Jack se rebela contra la autoridad de Ralph. Si bien el contexto de esta novela difiere del de esta pieza, ambas convergen en un punto: si bien en la novela de Golding es el entorno salvaje el que despierta los bajos instintos y lleva a la sublevación de Jack y en esta pieza el entorno es una corte real, no creo que haya tanta diferencia entre ambos, pues, de hecho, la política es como una gran jungla. En parte ambas obras otorgan cierta razón a Hobbes en cuanto sostiene que "homo hominis lupus" (el hombre es un lobo para el hombre)
Esta es de las piezas más oscuras de la producción shakesperiana y considero que el bardo integró perfectamente los elementos sobrenaturales y políticos a esta magnífica tragedia. La misma cuenta con una naturaleza peculiar que no es la misma que las de los grandes trágicos griegos, aquí las personas son víctimas de sus propias elecciones y de su ambición desmedida. Puede decirse que la ambición en el mundo de la realeza no era algo raro durante dichas épocas, y de eso el propio Shakespeare da cuenta, conforme pude verlo este mismo año al leer Ricardo III.
En fin una obra más que disfrutable. 5 estrellas.