spoiler visualizarCris.Olczyk 04/08/2023
Trecho que não se encontra nesta versão, mas que amo:
-¡Ah tú, claro espíritu del claro fuego, a quien en estos mares yo adoré antaño (...), hasta que me quemaste tanto en el acto sacramental que sigo llevando ahora la cicatriz! Te conozco, y ahora conozco que tu auténtica adoración es el desafío. No has de ser propicio ni al amor ni a la reverencia; e incluso al odio, no puedes sino matarlo (...) No hay necio sin miedo que ahora te haga frente. Yo confieso tu poder mudo y sin lugar, pero hasta el último hálito de mi terremoto, la vida disputará el señorío incondicional e integral sobre mí. En medio de lo impersonal personificado, aquí hay una personalidad.
Aunque sólo un punto, como máximo: de donde quiera que haya venido; a donde quiera que vaya; pero mientras vivo terrenalmente, esa personalidad, como una reina, vive en mí, y siente sus reales derechos. Pero la guerra es dolor, y el odio es sufrimiento. Ven a tu más baja forma de amor, y me arrodillaré ante ti y te besaré; pero en tu punto más alto, ven como mero poder de arriba; y aunque lances armadas de mundos cargados hasta los topes, hay algo aquí que sigue indiferente. Ah tú, claro espíritu, de tu fuego me hiciste, y, como auténtico hijo del fuego, te lo devuelvo en mi aliento. (...)
?Confieso tu poder sin lenguaje ni lugar; ¿no lo he dicho así? Y eso no se me arrancó a la fuerza, ni ahora suelto estos eslabones. Puedes cegar, pero entonces puedo andar a tientas. Puedes consumir, pero entonces puedo ser cenizas. Recibe el homenaje de estos pobres ojos, y estas manos que los cubren. (...) Pero aun cegado, te seguiré hablando. Aunque seas luz, saltas saliendo de la tiniebla; ¡pero yo soy tiniebla que sale de la luz, que salta de ti! Cesan esas jabalinas; abríos, ojos; ¿veis o no? ¡Ahí arden las llamas! ¡Ah, magnánimo! (...) Pero tú eres sólo mi padre feroz: a mi dulce madre no la conozco. ¡Ah, cruel!, ¿qué has hecho de ella? Ahí está mi enigma: pero el tuyo es mayor. Tú no sabes cómo has nacido, y por ello te llamas inengendrado; ciertamente no conoces tu comienzo, y por ello te llamas incomenzado. Yo conozco de mí lo que tú no conoces de ti mismo, oh tú, omnipotente. (...) A través de ti, de tu ser llameante, mis ojos abrasados te ven confusamente. Ah tú, fuego expósito, ermitaño inmemorial, tú también tienes tu enigma incomunicable, tu dolor sin participación. Otra vez aquí con mi altiva agonía, leo a mi progenitor. (...) salto contigo; ardo contigo; querría soldarme contigo; ¡te adoro en desafío!
Herman Melville