Cuando "los marcianos llegaron ya", resultó que no eran flores ambulantes, altas sombras azules, reptiles microscópicos, insectos gigantescos, bolas de fuego; ni siquiera los horrendos pulpos concebidos por H.G. Wells. En realidad, eran hombrecitos verdes. No eran malos, pero desde el primero al último eran abusivos, irritantes, molestos, rudos, brutales, parlanchines, discutidores, detestables, descorteses, execrables, malignos, frescos, odiosos, hostiles, de mal genio, insolentes, respondones, burlones, canallescos revientafiestas. Eran impúdicos, repugnantes, malevolentes, desagradables, mareadores, quisquillosos, perversos, peleones, faltones, sarcásticos, traidores, truculentos, inciviles, pesados, hirientes, charlatanes y celosos de mostrarse enojosos y causar dificultades a todos los que se ponian en su contacto. ¿Es de extrañar, pues, que la Humanidad, cansada, gritase al unísono: ¡MARCIANO, VETE A CASA!… hasta que los marcianos se fueron?
'(...) y los hombrecillos verdes de Marte logran desorganizar la civilización terrestre (...) Por eso, el clamor pronto llega a ser unánime: ¡Que se vayan!
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