Los dos cuentos borgeanos que ofrecemos a vuestra lectura pertenecen a La memoria de Shakespeare. En "La rosa de Paracelso", Borges imagina su ficción desde la tradicional relación maestro-discípulo. El verdadero maestro elige con matemática precisión a un discípulo. La sabiduría reclama verdad y también autenticidad en su descubrimiento y asimilación. Si la motivación del candidato a discípulo no es noble, el saber corre peligro y pierde una posibilidad para su correcta conservación. Y si el maestro intuye nubes oscuras en la frente del falso discípulo deberá ocultar su gema, fingir ignorancia; deberá quemar una rosa y luego no ensayar su mágica resurrección...
El maestro que inspira el relato borgeano es Paracelso, el célebre médico y alquimista suizo del Renacimiento que pensó la imaginación como una fuerza corpórea y experimentó con el homúnculo, la creación de un artificial ser humano en el laboratorio alquímico. Paracelso es un importante personaje en el universo renacentista del duque Pier Francesco Orsini recreado por Manuel Mujica Láinez en su esencial novela histórica Bomarzo.
El segundo cuento, "Tigres azules", sólo en su abertura es otra reincidencia en la pasión borgeana por los felinos de Bengala y Siberia. El verdadero manantial del relato borbotea en unas "insensatas piedras que engendran". Mágicas piedras azules que se multiplican con vigor en una lujuria caótica y sin respetar ningún patrón lógico de multiplicación. Entonces, más que un regreso al fervor por los animales de las muchas rayas, lo que bulle aquí es la intuición de un caos inextricable que se halla en el espinazo inasible de la realidad a la manera de "La lotería de Babilonia", otro esencial relato de Borges.
El camino auténtico hacia la sabiduría y el descenso al tembladeral caótico del mundo generan las situaciones fantásticas de estos dos relatos que incluimos en Grandes relatos fantásticos de Temakel.
El maestro verdadero y las piedras que se multiplican nos arrojan a las aguas aún desconocidas.
Esteban Ierardo
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